Nos gustó el tipo desde el primer día, íbamos de presos, castigados a trabajos forzados en las canteras. Un tipo mucho menos formal que el de años anteriores y la idea de poder guarrearnos el disfraz nos encantaba. Durante ese verano recibí clases de guitarra en la casa de la juventud, lo que me sirvió para al menos poder dar el tono en cada pieza y así mejorar en esa asignatura pendiente que era la afinación. Nunca fui un buen guitarra, ni me gustaba salir tocándola, yo necesitaba tener las manos libres para expresarme como yo quería, pero alguien se tenía que sacrificar, y por supuesto como muchas otras veces a lo largo de los años, me tocó a mí. Teníamos buenas vibraciones aquel año, ya que mejoramos bastante. Ya teníamos un guitarra, (que no valía un duro) y además habíamos fichado a Javi “el pajarito”, un joven caja con unas muñecas privilegiadas, lo que le daba mas empaque al grupo, nos podíamos permitir mas variedades de ritmo en el repertorio y además el grupo estaba echando poca vergüenza, que unido al disfraz, mucho mas desenfadado que otros años, nos daba un punto mucho mas chirigotero que en ediciones anteriores. Aunque de poco sirvió, ya que de nuevo, la chirigota de Pacorro volvió a ganar el concurso con “Plato, pum, crach”. Mi padre seguía premiando el esfuerzo de los chavales con viajes para visitar otros concursos u otros carnavales y aquel año hicimos un hermanamiento con la chirigota infantil ganadora en el concurso del Falla, a la que le escribía el mismo autor que a nosotros, Juan Escolar. Pasamos una noche inolvidable en la Peña “Los pollito mi compare” de San Fernando, donde compartimos escenario con aquella agrupación. Cada uno defendimos nuestros repertorios ante un publico que respiraba carnaval por los cuatro “costaos”, gente como “El Tomate”, “El Caramelo”, “El Maspapa” así como dos viejos conocidos nuestros: Pepe “el Gafas” y Juan Rivero. La verdad es que después de oír a aquella chirigota se nos descompuso el cuerpo. Estaban a años luz de nosotros y aunque ellos intentaban darnos ánimos y levantarnos un poco la moral todos sabíamos que no podíamos compararnos. En esa chirigota había gente como Pablo de la Rosa, que fuera director de la chirigota de Kike Remolino o “El Ratita”, componente de la agrupación de Luis maría Roldán. El objetivo se consiguió, ya que no era otro que el de vivir una noche de carnaval en una de las peñas mas conocidas del mundillo y sentir de cerca el carnaval en el que nos queríamos ver reflejados, el de Cádiz. Las dos agrupaciones juntas en el mismo autobús pasamos momentos increíbles, cantando coplas de la comparsa que pegó fuerte ese año entre los jóvenes, “calabaza”. Juntos fuimos a Cádiz, juntos fuimos a una bodega en Chiclana, donde nos bebimos el vino de muestra y juntos pasteleábamos con las niñas de San Fernando a las que alguno se llevó a los callejones. El domingo la despedida fue triste, nos abrazamos, lloramos, y una vez de vuelta no volvimos a saber los unos de los otros hasta mucho tiempo después. Durante ese carnaval 91 tras el palo recibido en el concurso, y el repaso que nos dio la chirigota de nuestros amigos…me di cuenta de que me quedaba mucha piedra por picar.
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