Comenzaba nuestro sexto carnaval como agrupación y ya se empezaba a sentir ese desinterés por las agrupaciones infantiles, de echo nos quedamos solos en la categoría tras la decisión de Pacorro de tomarse un descanso…que aun dura por cierto. El echo de que fuéramos la única agrupación infantil hizo que se nos pusieran trabas para ir a concurso, se habló de quitar el premio, la subvención sería menor para la chirigota…Entre tanto mi padre seguía luchando para que tuviéramos los mismos derechos que el resto. El coste de los tipos, de instrumentos, de attrezzo etc., era el mismo para todas, por lo tanto debíamos recibir la misma cuantía de dinero, además, el concurso debía realizarse independientemente del numero de agrupaciones inscritas, otra cosa sería cargarse a la cantera. Por todo ello, se decidió que ese debería ser el nombre de la chirigota para el 1992 “Salimos por derecho” e ir con el tipo de abogados. Hubo muchísimas bajas respecto al año anterior, y hubo que buscar un caja, que fue Javi Expósito, hoy bombista de la chirigota de Payto, y hasta cinco voces. El pasito adelante que se dio el año anterior se volvió a retroceder en este. Yo ya empezaba a hacer colaboraciones en letra, con algún pasodoble o cuplé que no llegaron a cantarse en el concurso, lo que me desanimó un poco. Cuando los recuerdo ahora me doy cuenta de que eran muy chungos y que la decisión de mi padre de no meterlos era acertada, pero él seguía animándome a escribir. Fuimos primer premio, era de espera al ser la única que se presentaba, pero igualmente nos llenó de alegría. No fue, sin duda, el mejor año de la chirigota, pero volvimos a estar ahí un año más “Por derecho”.
viernes, 29 de mayo de 2009
lunes, 25 de mayo de 2009
Los pequeños Picapieda
Nos gustó el tipo desde el primer día, íbamos de presos, castigados a trabajos forzados en las canteras. Un tipo mucho menos formal que el de años anteriores y la idea de poder guarrearnos el disfraz nos encantaba. Durante ese verano recibí clases de guitarra en la casa de la juventud, lo que me sirvió para al menos poder dar el tono en cada pieza y así mejorar en esa asignatura pendiente que era la afinación. Nunca fui un buen guitarra, ni me gustaba salir tocándola, yo necesitaba tener las manos libres para expresarme como yo quería, pero alguien se tenía que sacrificar, y por supuesto como muchas otras veces a lo largo de los años, me tocó a mí. Teníamos buenas vibraciones aquel año, ya que mejoramos bastante. Ya teníamos un guitarra, (que no valía un duro) y además habíamos fichado a Javi “el pajarito”, un joven caja con unas muñecas privilegiadas, lo que le daba mas empaque al grupo, nos podíamos permitir mas variedades de ritmo en el repertorio y además el grupo estaba echando poca vergüenza, que unido al disfraz, mucho mas desenfadado que otros años, nos daba un punto mucho mas chirigotero que en ediciones anteriores. Aunque de poco sirvió, ya que de nuevo, la chirigota de Pacorro volvió a ganar el concurso con “Plato, pum, crach”. Mi padre seguía premiando el esfuerzo de los chavales con viajes para visitar otros concursos u otros carnavales y aquel año hicimos un hermanamiento con la chirigota infantil ganadora en el concurso del Falla, a la que le escribía el mismo autor que a nosotros, Juan Escolar. Pasamos una noche inolvidable en la Peña “Los pollito mi compare” de San Fernando, donde compartimos escenario con aquella agrupación. Cada uno defendimos nuestros repertorios ante un publico que respiraba carnaval por los cuatro “costaos”, gente como “El Tomate”, “El Caramelo”, “El Maspapa” así como dos viejos conocidos nuestros: Pepe “el Gafas” y Juan Rivero. La verdad es que después de oír a aquella chirigota se nos descompuso el cuerpo. Estaban a años luz de nosotros y aunque ellos intentaban darnos ánimos y levantarnos un poco la moral todos sabíamos que no podíamos compararnos. En esa chirigota había gente como Pablo de la Rosa, que fuera director de la chirigota de Kike Remolino o “El Ratita”, componente de la agrupación de Luis maría Roldán. El objetivo se consiguió, ya que no era otro que el de vivir una noche de carnaval en una de las peñas mas conocidas del mundillo y sentir de cerca el carnaval en el que nos queríamos ver reflejados, el de Cádiz. Las dos agrupaciones juntas en el mismo autobús pasamos momentos increíbles, cantando coplas de la comparsa que pegó fuerte ese año entre los jóvenes, “calabaza”. Juntos fuimos a Cádiz, juntos fuimos a una bodega en Chiclana, donde nos bebimos el vino de muestra y juntos pasteleábamos con las niñas de San Fernando a las que alguno se llevó a los callejones. El domingo la despedida fue triste, nos abrazamos, lloramos, y una vez de vuelta no volvimos a saber los unos de los otros hasta mucho tiempo después. Durante ese carnaval 91 tras el palo recibido en el concurso, y el repaso que nos dio la chirigota de nuestros amigos…me di cuenta de que me quedaba mucha piedra por picar.
jueves, 21 de mayo de 2009
¡¡A por otro!!
El nombre tenía una doble lectura, por un lado íbamos a por otro, a por otro primero, y aprovechamos el boom de aquella feria con el muñequito aquel que nos rifaban en todas las tómbolas al grito de: ¡A por otro perrito piloto! El grupo se mantuvo respecto al año anterior, así como el autor, que continuó con nosotros. Para la puesta en escena, mi padre fabricó una especie de tómbola de donde salíamos nosotros en la presentación, la realizó en el garaje de Pepe Coronado, el padre de Carlos Coronado, conocido periodista de la televisión local. El concurso se celebró por primera vez en el salón de actos del instituto 7 Colinas que contaba con un aforo inferior al del Revellín, (por lo que ya empezamos a tener problemas con la venta de las entradas), pero que tenia una acústica mucho mejor que el otro, por lo que el concurso ganó en calidad y el lucimiento de los grupos era mayor, lo que hizo que mi chirigota mostrara sus carencias en afinación al no llevar guitarras. La chirigota que sacaba Pacorro,”Toi chirigotero”, estaba mucho mas trabajada en ese aspecto, así que se llevó el gato al agua. Por primera vez lloré en un concurso de carnaval, los consejos de mi padre sirvieron de poco, y nos tomamos bastante mal la derrota. Mientras consolaba a los niños, nos aconsejaba que diésemos la enhorabuena al grupo ganador, pero la verdad que no recuerdo si alguno de nosotros lo hizo. Pronto nos olvidamos del palo recibido y disfrutamos igual de lo que restaba de carnaval. No olvidaré el bofetón que recibí por algo que a día de hoy hago a menudo. Durante el festival de mi barrio, igual que se hace ahora, en el salón de detrás del escenario se ponían bebidas para las agrupaciones participantes. El Verdura y yo, no tuvimos otra ocurrencia que echarnos un vaso de whisky de una de las botellas que había sobre la mesa, alguien alertó a mi padre de lo que estábamos haciendo y ni corto no perezoso me arreó un mamporro que me quitó el puntillo al instante. Debo decir que unos minutos después, tras darnos la charla correspondiente nos dio 200 pesetas a cada uno, con las que compramos un par de Coca-Colas, de ese modo podíamos camuflar y darle color al contenido de los vasos. Pronto terminó ese carnaval de 1990, en el que conocimos el sabor amargo de la derrota, que por supuesto, no me gustó tanto como el del Whisky con coca cola.
martes, 19 de mayo de 2009
Caballitos sin montura
De nuevo un nombre y un tipo demasiado comparsista para sacarlo en chirigota, pero bueno, así se salió, de caballitos de mar. La verdad que el tipo no era feo, pero a mí no me gustaba. Aquel año fichamos al Verdurita, integrante en la actualidad de la chirigota de los Perez, que pronto se convirtió en mi pareja de juegos y travesuras en los ensayos, motivos por los que mi padre me echó de la chirigota, mas que nada, para dar ejemplo y que los niños, sobre todo El Verdura, mejoraran su comportamiento. Mas que mejorar lo empeoró y el grupo se “amotinó” una noche: o yo volvía a la chirigota o se iban todos. Con el tiempo nos reíamos mi padre y yo recordando aquella escena, que en aquel momento me pareció una heroicidad por parte de mis compañeros y un acto valiente de amistad sin límites hacia mí. A mi padre también le gustó el detalle, ya que demostraba que además de carnaval también aprendimos valores de compañerismo por encima de todo, así que a la semana siguiente estaba ensayando de nuevo junto a mi chirigota. Marco “el gordo”, que los dos años anteriores tocó la caja con nosotros, cumplía la edad para salir en infantiles y fichó de bombo con “No correr que es peor” de Pepe Pozo. Juan Rivero dejó de escribirnos, y quedó Escolar como responsable único de componer letra y música. Este iba cortito de canto, por lo que las grabaciones las hacía el hijo pequeño de Fernando, lo que nos ayudaba también para coger el tono que mejor nos venía al estar cantado por un niño de nuestra edad, con unos registros parecidos a los nuestros. El chaval cantaba como los ángeles, y con el tiempo formó parte del grupo “maíta vende cá”. Recuerdo que los nervios de cara a aquel carnaval 89 estaban a flor de piel porque Pacorro sacaba una chirigota infantil de la que mi padre hablaba maravillas, (sin haberlos escuchado), para meternos presión y así nos pusiéramos las pilas y prestásemos mas atención a las cosas. También era una forma de prepararnos por lo que pudiera pasar en el concurso y nos intentaba concienciar para que, si perdíamos, nos lo tomáramos con la máxima deportividad. Pero no fue así, y de nuevo nos hicimos con el primer premio, segundo para la chirigota de Algeciras “Venimos cubiertos”, y tercero para la chirigota de Pacorro “Salimos de lana-da”. Aquel año no había concurso infantil en Los Barrios, por falta de participación, pero fuimos como invitados a su carnaval. De nuevo otra experiencia inolvidable.
domingo, 17 de mayo de 2009
Cuentos infantiles
Aquel año fue todo mucho mas fácil para mi padre. El grupo ya tenía una base que, aunque con poca experiencia, ya conocíamos la forma de trabajar y las manías de él en los ensayos. El compartir local con la chirigota de Mariano Puig, hacía que nos fijáramos en el buen hacer de chirigoteros como el propio Mariano, que siempre nos daba sabios consejos, el tiburón, Segado, o mi admirado Pepe Pozo. Entre las incorporaciones para ese carnaval de 1988, estaban Mari Afri, mujer de marco Gabarrón, componente de mi chirigota desde el 96 y hermana del bombista y Mari Ángeles, hija de Antonio Anillo, el que fuera letrista de la chirigota de Pepe Pozo. Antes de empezar los ensayos ya habían actuado con nosotros en un homenaje que se hizo a Miguel Bao, desaparecido ese verano mientras practicaba pesca submarina. El autor seguiría siendo Juan Rivero, pero buscó colaboración en Juan Escolar, un joven poeta isleño que quería foguearse como autor de carnaval. El tipo elegido fue, por petición de los niños del grupo, el de los cuentos infantiles, un tipo que mas bien parecía de comparsa, pero que lució mucho en el teatro-cuartel del Revellín por su colorido y la gracia con que lo defendíamos los pequeños. Volvimos a repetir primer premio, de nuevo arrebatándoselo a la chirigota de Algeciras, que aquel año traía por nombre “De fresa por el carnaval”. Mi padre nos inscribió en el concurso de la localidad gaditana de Los Barrios, con la única intención de hacernos vivir una nueva experiencia, y que aprendiésemos de agrupaciones infantiles del campo de Gibraltar con mas nivel y veteranía que nosotros, además de premiarnos con un viaje que, al menos a mí, no se me olvidará nunca. En dicho concurso compartimos escenario con dos chirigotas de Algeciras, entre la que se encontraba la nombrada anteriormente, que fue segunda clasificada en nuestro certamen, una de la Línea y otra de allí de los Barrios. Cuando “cuentos infantiles” terminó su repertorio, el público asistente nos despidió con una sonora ovación levantado de sus asientos. Las demás chirigotas se querían hacer fotos con nosotros y la radio local nos entrevistó a la mayoría de los integrantes de la agrupación. Nos dieron el primer premio, y tuvimos que quedarnos un día mas para participar en la cabalgata donde desfilamos junto a las agrupaciones vencedoras en la categoría de adultos y al coro de Cádiz “Rodeo”, 3º en la final del Falla. En esos momentos con apenas 9 años, pensé que triunfar en esto del carnaval sería fácil. No tardé en darme cuenta que lo que tenía en mi cabeza no eran mas que cuentos infantiles.
jueves, 14 de mayo de 2009
Los diminutos
Bueno, ya que la cosa esta un poco “parailla”, las noticias carnaválicas son pocas y las que hay no son mas que rumores, voy a aprovechar para, cual popurrí incomprensible de O´donnell, contar la historia de cada una de las 25 agrupaciones en las que he participado, desde aquella chirigota infantil que sacó mi padre en el año 87 hasta la ultima agrupación nacida de las entrañas del barrio. Desgraciadamente, por lo lejano que queda en el tiempo, por la corta edad que tenía y por la mala memoria que sigo teniendo, he olvidado casi la totalidad de anécdotas y vivencias de mis primeros años en las tablas, pero haré un esfuerzo hoy e intentaré dar a conocer el alumbramiento de la primera chirigota de O´donell.
Corría el verano del 86 y mi madre no aguantaba mas mi tremenda obsesión por poner una y otra vez el repertorio de “las momias de güete” e imitar delante del televisor cada uno de los movimientos del por aquel entonces desconocido “Love de cai”. Mi padre, (único culpable de esta locura mía), tenía empleado en la empresa a Fernando, un gaditano al que le hacía mucha gracia ver al niño recitar de memoria la parodia del cuarteto de rota, y este lo convenció para que, con los niños del barrio, formase una agrupación para el carnaval 87. Mi padre no se lo pensó y lo propuso en la asociación de vecinos de la barriada, donde la idea agradó a todos. A los pocos días, en el mismo cuarto que seguimos utilizando hoy día, nos reunimos un puñado de niños para hacer una selección. Obviamente mi padre fue incapaz de decirle a ninguno que no valía, así que todos fuimos seleccionados, citándonos unos meses mas tarde para empezar con los ensayos. También trabajaba en Ceuta Pepe “el gafas”, que era componente de chirigotas como “los pollito de mi compare” o “las abejas de ruinasa”, de Juan Rivero Torrejón, y este se comprometió para que el propio Juan nos hiciera la letra, y él echaría una manilla en la dirección del grupo. Recuerdo el día que mi padre trajo el pasodoble de medida. Juan Rivero lo había grabado en la cinta de casete original del himno del Cádiz cf., previo sellado del seguro que traían aquellas cintas en la parte de abajo, con una bolita de papel metida en cada uno de los huecos. Poco a poco fuimos metiendo letras, músicas, fuimos conociendo la diferencia entre un pasodoble y un cuplé, aprendimos que el pito de carnaval no suena soplando, y lo más importante, se nos fue colando un gusanillo en lo más hondo de nuestros diminutos cuerpos que a muchos de nosotros aun nos cosquillea en el interior. A mi padre le costaba la misma vida poner orden entre aquella trupe de niños y niñas. Como era de esperar de los casi 20 niños que aparecieron el primer día solo nos quedamos 13 entre los que se encontraban Isa, hermana de Ramoncito Silva y mujer de Paco Porrúo, (actual componente de mi chirigota), Marco “el gordo”, que salió durante muchos años con las chirigotas de Pepe Pozo, o Piña, bombo de grandes comparsas como “Noches de Grecia”.
Nos presentamos con el nombre de “Los diminutos” y representábamos aquella famosa serie de dibujos animados que todos los niños de la época seguíamos. Ese fue el primer año que el concurso de carnaval se celebraba en el cuartel de Revellín y el patio de butacas se encontraba lleno hasta la bandera. Fue la primera vez que me subía a un escenario y la primera vez que ganábamos un primer premio, por delante de una chirigota algecireña de la que no recuerdo el nombre. No recuerdo absolutamente nada de los instantes previos a la actuación, pero supongo que no serian muy diferentes a los de ahora, ni recuerdo que tal salió la actuación, ni como celebramos la victoria, pero si recuerdo el final del primer pasodoble de aquella agrupación infantil de Pepe Romero: “Si yo faltara alguna vez, es culpa del bailecito que esta matando mis pies”.
Corría el verano del 86 y mi madre no aguantaba mas mi tremenda obsesión por poner una y otra vez el repertorio de “las momias de güete” e imitar delante del televisor cada uno de los movimientos del por aquel entonces desconocido “Love de cai”. Mi padre, (único culpable de esta locura mía), tenía empleado en la empresa a Fernando, un gaditano al que le hacía mucha gracia ver al niño recitar de memoria la parodia del cuarteto de rota, y este lo convenció para que, con los niños del barrio, formase una agrupación para el carnaval 87. Mi padre no se lo pensó y lo propuso en la asociación de vecinos de la barriada, donde la idea agradó a todos. A los pocos días, en el mismo cuarto que seguimos utilizando hoy día, nos reunimos un puñado de niños para hacer una selección. Obviamente mi padre fue incapaz de decirle a ninguno que no valía, así que todos fuimos seleccionados, citándonos unos meses mas tarde para empezar con los ensayos. También trabajaba en Ceuta Pepe “el gafas”, que era componente de chirigotas como “los pollito de mi compare” o “las abejas de ruinasa”, de Juan Rivero Torrejón, y este se comprometió para que el propio Juan nos hiciera la letra, y él echaría una manilla en la dirección del grupo. Recuerdo el día que mi padre trajo el pasodoble de medida. Juan Rivero lo había grabado en la cinta de casete original del himno del Cádiz cf., previo sellado del seguro que traían aquellas cintas en la parte de abajo, con una bolita de papel metida en cada uno de los huecos. Poco a poco fuimos metiendo letras, músicas, fuimos conociendo la diferencia entre un pasodoble y un cuplé, aprendimos que el pito de carnaval no suena soplando, y lo más importante, se nos fue colando un gusanillo en lo más hondo de nuestros diminutos cuerpos que a muchos de nosotros aun nos cosquillea en el interior. A mi padre le costaba la misma vida poner orden entre aquella trupe de niños y niñas. Como era de esperar de los casi 20 niños que aparecieron el primer día solo nos quedamos 13 entre los que se encontraban Isa, hermana de Ramoncito Silva y mujer de Paco Porrúo, (actual componente de mi chirigota), Marco “el gordo”, que salió durante muchos años con las chirigotas de Pepe Pozo, o Piña, bombo de grandes comparsas como “Noches de Grecia”.
Nos presentamos con el nombre de “Los diminutos” y representábamos aquella famosa serie de dibujos animados que todos los niños de la época seguíamos. Ese fue el primer año que el concurso de carnaval se celebraba en el cuartel de Revellín y el patio de butacas se encontraba lleno hasta la bandera. Fue la primera vez que me subía a un escenario y la primera vez que ganábamos un primer premio, por delante de una chirigota algecireña de la que no recuerdo el nombre. No recuerdo absolutamente nada de los instantes previos a la actuación, pero supongo que no serian muy diferentes a los de ahora, ni recuerdo que tal salió la actuación, ni como celebramos la victoria, pero si recuerdo el final del primer pasodoble de aquella agrupación infantil de Pepe Romero: “Si yo faltara alguna vez, es culpa del bailecito que esta matando mis pies”.
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