Este año 1996 se empieza a escribir una nueva historia. Después de dos años en blanco mi padre decide volver, tenía ganas. El gusanillo le daba las mismas vueltas que a mi en el estomago y me manda a buscar gente para una nueva chirigota juvenil. Volveríamos a contar con la letra de Juan Rivero, que compartiría la autoría conmigo, la música la haría Rafael Torrejón “el caramelo”, y aprovechando que Pepe “el gafas” volvía a estar por Ceuta trabajando, lo avisa para que eche una mano en la afinación del grupo. Yo aviso a gente del barrio y amigos que sabía que cumplirían en los ensayos y que además tocaban instrumentos, que era una de las cosas más importantes para empezar. Llamo a Javi “chaqueta”, Francis “el quintilli”, y a Javi Pajares, a los pocos días se incorpora Artiel “el caballo”, y empezamos a ensayar con lo que había. Un pasodoble que mandó Juan, y varias cuartetas que tenía yo para el tipo que queríamos lucir aquel año, de príncipes. El ensayo era lo más aburrido del mundo, con solo cinco tíos todos los días viéndonos las caras y dándole una y otra vez a lo mismo. Pero un día mi padre nos dio la sorpresa: “mañana van a venir seis chavales mas”. Mi padre habló con Paco Sánchez “el de la tienda”, y este con Javier Chellaram, que mandó a su hermano “Nini” y a cinco amigos suyos, aficionados a la fiesta. Los cinco que ya estábamos preparamos una novatada para el primer día de estos, queríamos hacerles una especie de casting, más que nada para reírnos, puesto que aunque lo hicieran fatal se quedarían, ellos eran la única esperanza para que saliera el grupo. Nos pasamos toda la tarde en la escalera, impacientes por ver las caras de los nuevos componentes y por fin veo llegar a Juanjo Coronado, que aunque pasa de largo, supe al momento que era uno de ellos. Llegaron todos juntos, como intentando protegerse los unos a los otros y pasar juntos el mal trago. Así llegaron por primera vez a la chirigota de O´Donnell, gente como Marco, Nini, Manuel Jesús y como no, Paco Pino. Ni que decir tiene que al final no fuimos capaces de hacerles la prueba que teníamos preparada ya que estábamos nosotros tan cortados como ellos. Con el paso de los días se fueron integrando en el grupo y aquello iba tomando forma. Pino aprendió a tocar el bombo, Javi Pajares cogió la caja y Juan nos cambió el tipo que teníamos pensado, porque el de príncipes ya había salido y eligió uno muy “original”, de payasos… que no había salido nunca. Nos inscribimos en el concurso de Cádiz en la categoría de juveniles, convirtiéndonos de ese modo en la primera chirigota ceutí en cantar en el Gran Teatro Falla. Nos tocó cantar el día 8 de febrero en último lugar y la experiencia no fue como yo lo había soñado. El viaje a Cádiz lo recordaré toda mi vida, vivimos momentos muy especiales en aquel autobús que nos llevaba a la tacita. Llegamos al teatro acompañados por Ramón de la Rosa y Juan Rivero al entrar por la puerta de camerinos pudimos ver a gente como Felipe II del cuarteto de Rota, Villanego, o a Esther Arroyo, pregonera de aquel año. Nosotros disfrutábamos de cada segundo esperando el momento de pisar las tablas de la “catedral del carnaval”, mi padre mostraba los nervios mucho mas que nosotros, faltaba poco para que nos tocara y el maquillaje era el mojón mas gordo que he visto nunca. El maquillador que contratamos nos estaba esperando en una puerta y mi padre lo esperaba en otra…así que tuvimos que empezar a maquillarnos nosotros mismos, hasta que encontramos a ese hombre, que al vernos se horrorizó y tuvimos que borrar nuestras caras para que él pudiera arreglar aquella porquería.
Esta foto fué tomada antes de que llegara el maquillador
Llegó el momento. Miguel Ángel Fuertes abría las cortinas del Falla. Cuántas veces había soñado con ese momento, yo soñaba pisar esas tablas desde hacía años, soñaba con cantar en ese teatro y salir de allí llorando de alegría, abrazarme a mi padre y darle las gracias por haberme hecho carnavalero. Pero no fue así, lloré de pena, no me abracé a mi padre, ni le di las gracias por nada. Mi sueño se convirtió en una pesadilla que volvería a repetirse con el tiempo. En el concurso de Ceuta fuimos bien recibidos. Nuestros paisanos estaban con nosotros para hacernos olvidar ese mal trago, todos menos uno, el concejal de festejos. Antonio Bastida, se empeñó en que nos dieran el segundo premio y dejaran desierto el primero, cosa a la que se negó el jurado de aquel año, entre los que se encontraba Jesús Ayala, que fue quien me contó el suceso. No es que la chirigota fuera la mejor del mundo, pero esa decisión podía haber terminado de hundir la moral de unos niños, (únicos supervivientes de la cantera del carnaval Ceutí), que solo intentaban hacerlo lo mejor posible en esa fiesta que tanto amaban. En fin, después de todo esto, habrá que volver a usar la frase que dio nombre a la chirigota para terminar este capitulo…Mas vale reír que llorar. ¿Qué remedio nos queda?
3 comentarios:
venga amo a darno prisa, que ya queda poco pa que venga yo.
bueno...te nombraré, aunque sea de refilón pa que no te enfades.
Ansiaba el momento en el que yo haria mi aparición aunque fuese como un tenor malo con gafas de culo de botella.
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